Uno de los métodos anticonceptivos más utilizados es el Diafragma, que consiste en un capuchón de goma rodeado por un anillo flexible que se introduce en la vagina, cubriendo el orificio del cuello del útero e impidiendo que los espermatozoides puedan encontrarse con el óvulo.
Se recomienda su uso acompañado de jaleas espermicidas que aumentan su eficacia: antes de introducir el diafragma en la vagina se lo impregna por fuera y por dentro con dicha crema o jalea espermicida. Antes del uso habitual del diafragma, el médico debe adaptarlo al cuerpo de la mujer para asegurar la correcta colocación.
A partir de ahí, la usuaria se lo inserta ella misma media hora antes de la relación sexual, cubriéndolo previamente con espermicida. Debe dejarlo en la vagina por lo menos 6 horas después del coito para que el espermicida actúe y nunca más de 24 horas por riesgo de infecciones.
Pueden practicarse varias relaciones sexuales con el diafragma puesto durante este tiempo, sin necesidad de extraerlo. Algunos ginecólogos recomiendan no sacar el dispositivo para cubrirlo con más espermicida, si se va a continuar su uso, y así evitar la entrada de esperma en el útero.
La duración de este método depende del uso y de los cambios corporales de la mujer, no obstante, es aconsejable desecharlo al año de utilización. Tras su empleo, se limpia cuidadosamente con agua y jabón neutro. Entre las ventajas tenemos que protege contra algunas Enfermedades de Transmisión Sexual, en concreto, no hay efectos hormonales y se puede dejar de emplear en cualquier momento.
Y entre las desventajas las mujeres que han tenido hijos pueden presentar índices más altos de embarazo accidental debido a cambios en la estructura corporal que dificultan la adaptación del diafragma. Si bien es cierto que el diafragma crea una barrera física contra el esperma, pero no es una defensa eficaz frente a todos los agentes que pueden atacar el cuello del útero.
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